XVII

Epílogo


No transcurrió mucho tiempo para que Pettit sintiese la necesidad de hacerse otra vez a la mar Algunos filibusteros se habían familiarizado con su nuevo estilo Homede vida y tenían razones para permanecer en aquellas regiones. Bienaventurado demostraba progresos con la siembra sobre el agua; Pata de Fierro y Catalufo se prendaron de un par de nativas mientras que Hernández y veraniego disfrutaban de un sereno anochecer en sus vidas con la práctica del saludo al sol cada mañana. Pero continuaban siendo algunos. La gran mayoría estaba determinada a retornar al mar. Pettit, por supuesto, tampoco era invulnerable ante ésta demanda común. Felipe, Picaporte, Hardeker, O’Kelly, casi toda la tripulación, sabía que el capitán tendría pronto que ceder para satisfacer su natural necesidad ¿Rompería los vínculos que lo asían a una ancestral tradición en la que lo asían a una ancestral tradición en la que él ya no encajaba? Los Paraujanos, hombres permeables a admitir y compartir la voluntad de los filibusteros comprendían los alcances de su búsqueda libertaria, más allá de creencia y lo sabían, pues después de todo, las aguas de la tierra siempre los habían cobijado.
   

 
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