III

Sinamaica

barco2

Pettit ordenó una chalupa de abordaje y se embarcó con cinco de sus hombres más avezados.Home Con ellos iba Cocorote un indio Caribe que conocía desde joven. Distarían tierra unos quinientos metros, Los marineros remaron con ahínco. En la orilla parecía haber una especial concurrencia. Al atracar, Cocorote fue el primero en bajar para comunicarse con el grupo que permanecía en la playa. Junto con ellos se encontraba Picaporte al igual que tres hombres enviados por el Capitán para hablar con los aborígenes.
Todos se encontraban reunidos alrededor de una fogata. Otros reparaban tres canoas con una pastas verdosa que parecía tener en suficiente cantidad.
-¡Capitán, me he adelantado para hablar con estos hombres! Sus intenciones han sido cordiales, mas no hemos logrado entendernos. Picaporte pese a su experiencia entre los Caribes, había hecho esfuerzos para hacerse comprender entre ellos. Sin embargo, su inquietud no conseguía plasmarse. Pettit observaba a quien parecía el jefe. El indio de nobles proporciones, se dirigió al grupo que degustaba un caracol. Uno de los nativos, quien semejaba mayor edad trabó diálogo con aquel. Cocorote volteó y habló con el Capitán. Picaporte, hardeker y el resto de los hombres aguardaban con impaciencia la respuesta de los indígenas.
-Capitán, ellos provienen del Territorio del Gran Lago. estarían establecidos en una de las islas frente a Puerto Flechado. Dicen que el lugar es perfecto para atracar los barcos y repararlos. - ¿Qué hacen aquí? preguntó Pettit.
-Vienen escapando de los españoles desde la boca del río Aroa. allá, dicen, poseen encomiendas donde los esclavizan. El jefe del grupo cooperará con nosotros si lo llevamos al cayo mayor, donde explotan el peraman, la savia de un árbol que es usada para sellar grietas en embarcaciones.
-Dile al jefe que estamos de acuerdo y estaríamos dispuestos a navegar con ellos hasta allá si nos garantizan la savia para calafatear nuestros barcos. Pregúntale si está muy lejos.
-A medio día de navegación Capitán.
-¿Qué esperamos? En marcha.
Era un contingente de diez hombres con la inclusión de una mujer. Todos ahora, protegidos de los filibusteros. Antes de su encuentro con ellos, los marineros de "El Trueno", junto con los maestres de velamen habían emprendido sendas reparaciones a la nave almirante. O`Kelly en compañía de varios hombres lograba entamborar la base partida del palo trinquete para permitir la navegación hasta los islotes donde fondearían las embarcaciones y se realizarían los trabajos de rigor. Entre los protegidos de Pettit se hallaba un aborigen alto, aceitunado, de porte arrogante que no apartaba la mirada del Capitán.
Pese a la imperturbabilidad de Pettit, sus hombres advertían un extraño brillo en sus ojos. Lo mismo notó de los recién llegados. Los marineros, a pesar de ser un número considerable frente a los aborígenes permanecían alerta.
-¡Picaporte orienta el rumbo hacia los islotes de Puerto Flechado mantente firme al timón, la costa está llena de escollos!
Con buen golpe de viento, la escuadra comandada por Pettit, alcanzó el archipiélago de los cayos de "Puerto Flechado", compuesto por cinco islotes. El que parecía más grande rodeado de cocoteros hacia alta mar y frente a tierra firme, resulto ser el elegido. Con suficiente profundidad esa costa permitió que los barcos pudiesen atracar para ser reparados. En la playa, despuntaba una aldea constituida por pocas chozas.
Los nativos se había congregado en la playa. Cocorote se preparaba para desembarcar con una partida de hombres y los indigenas que los acompañaban. Pettit, observaba a través del catalejo el desenvolvimiento de las acciones. Los artilleros se habían colocado detrás de los cañones a la espera de una orden del contramaestre para abrir fuego y cubrir el desembarco de los hombres.
De pronto, el aborigen que parecía tener el poder de liderazgo entre los demás, sacó un caracol gigante del bolso que levaba consigo, se lo colocó en la boca y de su oquedad extrajo un extraño sonido que perforó el aire. Aquel hombre clavó su mirada como un relámpago sobre el Capitán.
Pettit intuyó de inmediato la voluntad de su invitado.
-Hardeker disponga una chalupa para embarcar a estos hombres. Asegurese que lleguen a salvo. Preparen otra, yo mismo iré.
-¡Pero Capitán...!
-¡No discuta, mis ordenes, haga lo que le digo!

 
   
 
 
 
   
Free Web Hosting