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La Batalla de Punta Zamuro

barco17

Home -¡Galeones españoles a babor..! Como un relámpago Pettit brincó sobre el puente de mando: "¡desplieguen velas, artilleros a sus puestos, preparense a atacar!".
Cañonazos enemigos sorprendían a los tripulantes de "El Trueno" y las otras embarcaciones. "La Gitana", una de las carabelas de la escuadra filibustera era partida en dos por un proyectil disparado con tino destructor desde uno de los tres galeones españoles. El más pequeño estaba artillado con sesenta bombardas. Pese a su tamaño y fortaleza, las embarcaciones españolas no podían competir con la rapidez de los barcos filibusteros.
-¡Preparense -gritó Pettit- avanzaremos a babor, trataremos de rodear la nave almirante con fuego cruzado y luego la abordaremos!
Los artilleros no cesaban de disparar. Súbitamente una nube tan densa como la brea, envolvió a los barcos. Los galeones contestaban el fuego de los filibusteros con andanadas cerradas. "El Trueno" había escapado de la linea de tiro enemiga y hacía amages para colarse hasta su objetivo. Las embarcaciones pequeñas se alinearon junto con aquella y arremetieron contra los galeones. Las descargas eran incesantes de parte y parte. Pronto las carabelas se colocaron a distancia conveniente para distraer la nave almirante de la proxímidad de "El Trueno". Gruesos leños de madera colocados a manera de empalizada sobre el castillo de proa y la popa, permitían que el galeón corsario pudiese resistir las descargas de los españoles y consiguiera arrimarse hasta la borda contraria para iniciar el asalto.
-¡Al abordaje filibusteros! La metralla esparcida contra el barco enemigo destruía parte del puente principal y barría la tripulación que estuviese a su alcance. Los corsarios se arrojaron como demonios sobre la cubierta del galeón. Las embarcaciones pequeñas cubrían el abordaje iniciado desde "El Trueno". Muchos náufragos, sobrevivientes de la destrucción de la carabela remaban en chalupas hacia los barcos aliados en medio de un mar erizado por el fragor de la batalla. La lucha cuerpo a cuerpo era terrible.
Los españoles ofrecían enconada resistencia. Los filibusteros se abrían paso con el filo de sus pesados sables. Pettit semejaba una saeta. Repartía tajos a diestra y siniestra. Para sorpresa de éste, Matildo Veraniego esgrimió la espada también, pero para dirigirla contra sus compatriotas. Sinamaica y sus hombres se batían asimismo con bravura. Las lanzas arrojadas con acertada puntería causaban estragos entre el enemigo. Con un pequeño esfuerzo de sus pulmones, los dardos arrojados desde las largas cerbatanas silenciaban vidas. De poco servían los yermos de los españoles contra aquellos minúsculos alfileres envenenados que conseguían interesar puntos vitales.
La resistencia de los agresores se prolongó más allá de las expectativas de los agredidos. Después de un combate de varias horas los filibusteros lograban someterlos. Uno de los galeones fue tomado, mientras que el otro huía maltrecho. La metralla y las balas de los cañones habían causado destrozos evidentes en dos de las carabelas. Ambas habían sufrido roturas considerables en el espolón de proa y una de ellas había perdido el palo de contramesana. Las descargas disparadas desde los galeones habían barrido el castillo de proa de las pequeñas embarcaciones donde se concentraba buena parte de los cañones y que ahora servía de refugio para los náufragos y heridos.
El galeón capturado había perdido el palo mayor y la destrucción de un número apreciable de las vergas del velamen. más de un centenar de hombres de ambos bandos estaban muertos o gravemente heridos. Los guerreros de Sinamaica habían muerto en su mayoría. Pese al lamentable saldo de vidas y barcos, los filibusteros celebraban la victoria; disparaban los cañones de los cuatro barcos. "El Trueno" sobresalía entre todos, su andamiaje se exhibía integro, con la salvedad de algunos mordiscos dejados por las balas enemigas y varias velas agujereadas.
-Estamos muy cerca de Coro, debemos hacer los preparativos antes del asalto. Si no lo arrastra la marea antes contra los escollos, el galeón que escapó puede prevenir a a población antes que lleguemos. El Capitán hablaba con Felipe, junto con él se hallaba su padre, quien se ajustaba una tira alrededor del brazo para cubrirse una herida infligida durante el combate.
-Es un valiente Don Veraniego ¿Por Qué empuñó las armas contra vuestra propia gente?
Hombres iban y venían llevado a sus compañeros en camillas improvisadas. Otros se repartían la carga del botín que los españoles defendieran tan fieramente. Felipe estaba atento ante el tropel de marineros que transitaban por la cubierta, mientras el Capitán hablaba con su padre.
-No tenía alternativa o me defendía o me mataban también. - De cualquier manera viejo se condujo como uno de los nuestros Pettit no pudo evitar abrazarlo y continuar con sus obligaciones al frente del barco.
-¡Catalufo, Pata de Fierro! vayan a la Santa María del galeón y háganse de toda la pólvora que puedan. Esta noche arrimaremos hacia Punta Zamuro. Tengo un plan para llevarlo a cabo cuando asaltemos Coro.
Pese a los destrozos notorios en las embarcaciones pequeñas, los filibusteros lograron anclar frente a una ensenada donde resaltaba una descomunal roca negra, similar al perfil de un ave de rapiña. Con las carabelas se arrimaba también el galeón aprehendido. Pese a ser una noche majestuosamente estrellada, los oficiales y hombres al mando se reunieron a puerta cerrada en el camarote del Capitán. Por lo general, tal intimidad en la impartición de ordenes no se estilaba desde los tiempos que Moustache Pettit vivía.
-Qué se traerá el Capitán entre manos. Tenemos suficiente pólvora para volar Puerto Cumarebo y Coro juntos, pero nuestras naves no están en las mejores condiciones.
Black Jones al igual que Catalufo y la mayoría de los marineros no podía pegar un ojo aquella noche. Alguno, sin embargo, vencidos por el cansancio de una larga refriega habían capitulado ante el agotamiento. Bajo cubierta Pettit y sus oficiales daban los últimos ajustes al plan de ataque.
-He convocado éste encuentro extraordinario en vista de la cercanía de la proxímidad de esta expedición. Estoy consciente del deplorable estado en que quedaron nuestros barcos.
La estancia del Capitán era pequeña, estrecha e iluminada sólo por la débil flama de unas cuantas velas.
-Si empleamos el barco capturado como señuelo confundiremos a los españoles. Antes que puedan advertir la trampa caeremos sobre ellos por detrás, donde sus baterías están menos desplegadas.
-¿Y donde atracaremos? Estaremos retirados de Coro. -Salmuero no podía contener su nerviosismo.
-Un poco más allá de Puerto Cumarebo existe una pequeña rada donde podremos anclar y desembarcar. No está muy lejos de Coro. Estoy seguro que podremos hacerlo. -aseguró el Capitán.
-Pero los hombres están cansados, no han parado de batallar.
-No los conoces. Noticias de botín cercano revive en ellos fuerzas insospechadas. Los conozco Felipe ¡señores! si no hay otra proposición, sugiero que se vote por el asalto por tierra a la ciudad. Todos levantaron las manos, menos Salmuero, quien desaprobaba el ataque desde un principio. De cualquier manera el filibustero debió ceder a la decisión de la mayoría. El consenso era indiscutible.
-Bien, nos dividiremos en dos grupos. Uno comandado por Felipe y Hardeker. Ellos irán al frente de un contingente de doscientos hombres a través del camino que conduce hasta el poblado. Picaporte y yo dirigiremos el ataque por mar cuando hayamos dado la señal para iniciar el asalto, usando el galeón como brúlote*. Si no hay más opiniones les recomiendo dormir, mañana tendremos un día bastante movido. El primero en salir del camarote fue Salmuero, lo siguieron Picaporte y Hardeker. felipe se dirigió a la cubierta. Veraniego permaneció con Pettit.
-No creo que la irritación de los hombres se haya disipado del todo. Espero que este recorrido juntos en búsqueda de mi madre, esclarezca la situación. Sinamaica me hablaba de un hombre de edad, alto y fornido que viajaba en el barco que encontraron a la deriva. ¿Quién era él?
-Es tarde ahora, mis párpados ceden ante la voluntad de hablar.
-Aunque si tuviste voluntad para hablarle a la tripulación amotinada- dijo Pettit en un rapto de atrevimiento.
Súbitamente, la mirada del filibustero adquirió otra intensidad. En sus ojos negros resplandecía la llama de un interés acuciante.
-Muy bien... de cualquier manera tarde o temprano lo sabrías... vuestro padre estaba a bordo. Las leyendas referían que una noche las entrañas de la tierra rugirían y vomitarían fuego por la gran boca que alcanza el cielo. Apenas hubo tiempo de embarcarnos.
-¡Fue terrible! La gente corría por todas partes presa del pánico. Se dice que nadie quedó con vida para contar lo que ocurrió en "La Isla de las Nutrias Voladoras".
-¿Y a todas estas que fue de mí?
-Estabas por nacer. Nos tocó emprender un largo viaje a través de territorios hostiles. Los españoles siempre fueron enemigos de vuestro padre. No recuerdo cuanto tiempo pasamos a la deriva y sin víveres. Por fortuna, vuestra madre sobrevivió. Si está en algún lugar del Caribe créeme que la hallaremos. El viejo Veraniego se levantó repentinamente de la butaca y salió del camarote, siempre bajo la persistente mirada de Pettit.
*Embarcación utilizada como señuelo para abordaje o distracción en enfrentamientos navales

 
   
 
 
 
   
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