Perfida Albión

Home“El Principe de los Conspiradores”, como sería conocido de ahora en adelante, atravesó, Noruega, Suecia, Alemania, Holanda y Suiza. Por medio de un pasaporte falso y la identidad de un gentilhombre. Francisco Merore, cual era su identidad temporal, ingresó en Francia. Aquí Miranda se encontró con el filósofo Reinald, cuya obra fue quemada por la inquisisión debido a la feroz crítica que punzaba sobre el régimen colonial español.
“Yo perdí la fé en un dios que proteje con su autoridad el poder del rey derrochador, perverso, pero tengo fé en el hombre, en su capacidad de liberarse de las cadenas de la vieja sociedad y de crear una nueva justa y libre.”.-decía Reinald
Para el momento que Miranda se encontraba en Francia, la revolución estaba en plena eferbescencia. El venezolano tenía 39 años y abandonaba París el 18 de junio de mil setecientos ochenta y nueve, veinticiete días antes de la toma de la Bastilla.
La ocupación de las regiones de Canadá y la costa noroeste de norteamérica por parte de los rusos, movilizó a la armada española. Barcos ingleses procedentes de la India que navegaban por allí, fueron atacados y su tripulación hecha prisionera, Inglaterra y España estaban al borde de la guerra. Miranda arribaba a Londres en esta peculiar circunstancia.
En vista del agravamiento del conflicto entre Inglaterra y España, William Pitt, hijo a la sazón con 24 años, Primer Ministro recibió a Miranda. El Venezolano le refirió la posibilidad de sufragar los gastos de la expedición libertadora luego que el dominio español fuese expulsado.
Miranda le entrego a Pitt varios documentos: El proyecto de alianza con Inglaterra, la forma de gobierno después de la independencia, informes de la composición étnica de la población de las colonias, su situación económica y las condiciones de las fortalezas militares españolas en los más importantes dominios coloniales.
El venezolano sostenía ante el Primer Ministro que a las colonias les resultaba cuesta arriba deshacerse del poderío español sin la asistencia de una potencia extranjera y para ello, solicitó a los ingleses una armada compuesta de quince barcos de linea y un cuerpo expedicionario de quince a diez y siete mil soldados. La forma de gobierno, ideado por Miranda para las colonias era una monarquía constitucional con un emperador hereditario a la cabeza, el inca. El cuerpo legislativo era el senado, compuesto por miembros vitalicios, designados por los casiques incas y la cámara de diputados, formada por miembros que elegiría la población.
El Pacto de familia entre los borbones españoles y franceses se extinguió con la irrupción de la Revolución Francesa. Esta situación era favorabe para Inglaterra. España tendría que verse con una potencia en los mares sin la ayuda de Francia.
El servicio de inteligencia en Londres, giró instrucciones a Madrid sobre la ingerencia de Miranda en un plan sugerido ante el gobierno británico para en caso de conseguir su resplado, invadir las colonias. Este proyecto atemorizó el gobierno español en tal medida que una imdemnización fue pronto pagada a los inglese, quienes tambieacute;n se apropiaron de la isla de Nutka Sund, ubicada al norte de Canad&aacute. Miranda fue utilizado por el Primer Ministro ingles para lograr sus propositos.
El gobierno con el fin de acallarlo, le otorgó una dieta de 500 libras esterlinas, cantidad que el venezolano consideró a regañadientes, aunque también reclamó inmediatamente la devolución de los documentos estratégicos entregados a Pitt.
El Primer Ministro, le respondió con una parca esquela donde le comunicaba que ignoraba la existencia de los documentos. Ante esta respuesta, Miranda arremetió de nuevo.
“He tenido el honor de recibir vuestra carta, no me queda después de esto, sino rogaros que tengaís a bien devolverme los papeles, planos y memorias que os he confiado. Un depósito entregado a un hombre honrado es una cosa sagrada que él debe devolver tan pronto se lo pidan. Espero que sea este precisamente el caso entre vos y yo. Espero que todo sea remitido sin guardar copia, traducción o cosa por el estilo. Tened la bondad de fijarme el plazo de la remisión, puesto que ese plazo debe fijar mi partida.”
El veintiuno de agosto de mil setecientos noventa, el ingles John Pownal, allegado de Pitt e íntimo de Miranda, le escribe una larga carta al venezolano para invocar su prudencia ante el Primer Ministro.
“En otro tiempo me tocó estar en la misma situación en la que usted se encuentra. Por eso yo puedo comprender sus pensamientos y sentimientos. Pero no olvide y nunca pierda de vista su principal tarea. No la sacrifique en favor de cualquier otro sentimiento. No os pongais en condiciones sin retorno, lo cual no os permitirá en el futuro regresar a vuestros planes. No os querelleis con la única potencia, vamos a hablar con la franqueza, que está en condiciones de comprender vuestro plan y realizarlo. Si Pitt os conociese como yo, entonces utilizaría vuestro servicio para realizar vuestros planes.”
De cualquier modo, Miranda descartó el respaldo del gobierno británico y por lo que parecía ser, también el pretendido apoyo norteamericano. Henry Knox, ministro de guerra de los Estados Unidos y amigo del venezolano, admitía que sus compatriotas no querían comprometerse por ahora en la aventura emancipádora.
De la negativa por parte de ambos imperios a intervenir a su solicitud, Miranda aceptó la invitación de un astuto político francés de nombre Tailleyrand, quien a sabiendas de la influencia de aquel entre los sublevados de las colonias y su veteranía en el campo de la diplomacia, sería de incomparable ayuda para los lideres de la revolucióon. Miranda se despidió de sus aliados, el veintitres de mayo de mil setecientos noventa y dos. Por él aguardaba una experiencia iluminadora. París era el polvorín de la revolución.

 
 
     
     
 
 
   
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