Cae la República

En Puerto Cabello, mientras tanto, cien hombres entre reos, soldados y oficiales realistas presos habían logrado escapar y conseguían apoderarse de armas y pólvora en cantidad para soportar un prolongado sitio. HomeSimón Bólivar comandante en jefe del castillo de San Felipe, despachaba un ultimatúm a los alzados, entre ellos un teniente venezolano de nombre Francisco Hernández Vinoni. Era el 30 de junio de mil ochocientos doce. La hora: la 1p.m. “A los reos, oficiales, cabos y soldados sublevados en el Castillo de San Félipe. Pueden contar con un perdón absoluto de vida y bienes, bajo todas las seguridades que puedan exigir. Con la condición que en el término de una hora hayan de entregar dicho castillo con todos los pertrechos y demás efectos de guerra que haya en él. En inteligencia que al no hacerlo así y continuen en la obstinada hostilidad que pretenden hacernos, serán pasados por el filo de la espada irrevocablemente. Esta misión no tiene otro objeto que el de salvar sangre humana que deberá correr si yo empiezo a hacer jugar mis baterías de las vigías y la plaza.”
Para aquel momento, Miranda prómulgaba un decreto donde contemplaba la liberación e los esclavos con el fin de ganárselos en la lucha contra Monteverde. Los esclavos, sin embargo, contrarios a lo pensado por el Mariscal, atacaron a sus antiguos amos y tomaron las plantaciones donde antes servían.
Monteverde aprovechó esta confusa situación, adversa para Miranda y lo atacó en su trinchera de la Victoria. Pero aquel mucho más veterano le infligió una contundente derrota. Monteverde huyó entonces hacia Puerto Cabello, donde se escenificaba una batalla campal. Bolivar, a todas estas, resistía el bombardeo de los sublevados y despachaba un correo a Miranda, comunicándole la gravedad de la situación.
“Después de trece noches de imsomnio y de cuidados gravísimos me hallo en una especie de enajenamiento mortal. Yo hice mi deber Mi General y si un soldado me hubiese quedado, con ese habría combatido al enemigo. Si me abandonaron no fue por mi culpa. Nada me quedó por hacer para contenerlos y comprometerlos a que salvasen la patria.”
En la Victoria, los patriotas celebraban el aniversario de la independencia. Pedro Gual, embajador de Miranda en los Estados Unidos, presente durante la recepción del enviado de Bólivar, describe la conmoción que le causó a Miranda la noticia de Bolivar.
“LLeno de grandes presentimientos, me acerqué al Generalísimo y le pregunté sobre la noticia recibida, pero calló y sólo cuando le repetí tres veces mi pregunta, sacó de su bolsillo un papel y dandómelo dijo: ¡Venezuela está herida en el corazón! ”
Aunque Miranda hubiese desplazado todo su ejército, el éxito en la reconquista del castillo hubiese sido relativa. Los amotinados se habían apoderado de todo el armamento y podrían eventualmente resistir un largo asedio. Monteverde además, dado el caso, tendrían el campo libre para apoderarse de Caracas y la Guaira. Bolivar no pudo resistir más.
“Yo he he cumplido con mi deber y aunque se ha perdido la plaza de Puerto Cabello, yo soy inculpable y he salvado mi honor. Ojala no hubiera salvado mi vida y la hubiera dejado bajo los escombros de una ciudad que debió ser el último asilo de la libertad y la gloria de venezuela”. Bolivar después de escribirle a Miranda, embarcó el 6 de julio de mil ochocientos doce en el bergantín Celoso con rumbo a la Guaira.
A partir de ahora, los patriotas controlaban sólo Caracas, la Victoria y la Guaira. El resto estaba en manos de los realistas. De cinco mil soldados que comprendian las fuerzas de Miranda, dos mi habían desertado y cambiado de bando.

 
 
     
     
 
 
   
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