La Traición
No obstante las noticias procedentes
del exterior traían una tibia esperanza para
Miranda, quien antes que nada contemplaba
un
acuerdo decoroso con sus enemigos. De Cadiz llegó
la noticia que las cortes habían aprobado la
primera constitución en la historia de España
que igualaba en derecho a los ciudadanos de las colonias.
Inglaterra estaba interesada en mediar con la autorización
de España. Del diescisiete al veinticinco de
julio se desenvolvieron las negociaciones. Monteverde
no quería escuchar de armisticio, sólo
de capitulación. Este comportamiento aceleró
las deserciones en las filas patriotas.
Monteverde violó los acuerdo de la capitulación
y el primero que lo sintió en carne propia
fue el mismo Miranda. En carta despachada al Consejo
de Regencia, Monteverde refiere su detención.
"Para realizar la operación,
Peña arriesgo su vida que le hubieran quitado
si hubiese tenido mala suerte. Casas cumplió
su misión de modo feliz... no puedo dejar los
utiles servicios de Casas, al igual que los de Bólivar
y Peña, por lo cual los dejé en libertad.
A Bólivar le dí un pasaporte para el
exterior ya que sus influencias y relaciones aquí
pueden ser peligrosas en las circunstancias actuales"
Bolivar viajó a Nueva Granada y en el Congreso
de Cartagena habló sobre la caida de la primera
república y quien a su modo de ver fué
el principal responsable
“Nuestro ejército
tuvo que rendir sus armas sacrificándose a
los designios de su general, quien por una inaudita
cobardía, no logró las ventajas de la
victoria, persiguiendo al enemigo, sino antes bien,
cometió la torpeza ignominiosa de proponer
y concluir una capitulación que cubriendonos
de oprobio, nos tornó al yugo de nuestros tiranos.”
Mientras tanto, detrás de las fetidas paredes
de un calabozo en la Guaira, con los tobillos encadenados
en el agua, un anciano guerrero hacía esfuerzos
por sobrevivir.
El veintiuno de diciembre, Bólivar invadió
desde la Nueva granada. Monteverde trasladó
a su precioso reo hacia el Castillo de Puerto Cabello
y de allí, el Generalísimo fue enviado
a Cádiz, a la prisión de la Carraca.
Al confiar en la absolución y el perdón
de las cortes liberales, Miranda cuya racionalidad
cartesiana no contemplaba lo impredecible, caminaba
esta vez hacia un callejón sin salida. Napoleón
Bonaparte era expulsado de España, el rey Fernando
Séptimo restituido al poder y con él,
se disipaban las ultimas esperanzas para el Generalísimo.
El pecunio de Miranda que había llegado a Curazao
desde la Guaira sin él, era expropiado por
Monteverde. Y sus amigos ingleses jamás completaron
la suma exigida por sus carceleros para liberarlo.