La Invasión Libertadora
En Puerto Cabello, mientras tanto,
cien hombres entre reos, soldados y oficiales realistas
presos habían logrado escapar y conseguían
apoderarse de armas y pólvora en cantidad para
soportar un prolongado sitio.
A su arribo a Londres, el venezolano sabía
del ánimo independentista en las colonias españolas
y en virtud de sus planes conocía la existencia
de una coalición entre Francia y España
que amenazaba a Inglaterra. Tal situación estuvo
a punto de alentar al gobierno británico a
favor de sus planes. Por desgracia no fué así.
Francia firmó el pacto de paz en Amiens, el
primero de septiembre de mil ochocientos uno. España
se mantuvo neutral con el premeditado propósito
de impedir que Inglaterra invadiese sus colonias.
Miranda, sin embargo, no desesperó. Sabía
que la paz en el frente, convenida con Napoleón
Bonaparte no duraría mucho.
Dos años después se reiniciaron las
hostilidades. Esta vez el venezolano, no trató
con William Pitt, el joven Primer Ministro. En su
lugar, le tocó negociar con Sir Henry Addinton,
quien convino facilitarle ayuda, a cambio de garantías
de una jugosa tajada comercial para Inglaterra.
Miranda concibió el plan de invasión
al continente colombiano, como lo llamaba y consideró
todos los detalles desde el uniforme y el equipamiento
de los soldados hasta la simbología de la bandera
colombiana cuyos tres colores simulaban el arcoiris
y las distintas razas que habitan las colonias.
Con la estatua de la libertad, la palabra Colombia
y la divisa “Pro Aris Et Fosis”, por los
altares y hogares, inspirado en Cicerón Miranda
quería representar la lucha del pueblo por
sus principios más sagrados.
Para lograr sus fines, el venezolano tenía
que subordinarse a un oficial ingles al mado de la
expedición. Su orgullo jamás lo hubiese
aceptado. En sus manos el mando no era sólo
imperativo, obedecía al comando del honor.
Miranda no podía traicionar su consciencia.
Addinton renunció y fué remplazado de
nuevo por Pitt, quien pese a la posibilidad de un
ataque de Napoleón contra la isla, retardó
su decisión de actuar. Cuando Napoleón
descartó la invasión a Inglaterra, Pitt
dió la orden de preparar la expedición
a Hispanoamérica
Trascurrieron seis meses desde la impartición
de esa orden y el almirante Henry Potham, quien estaba
ganado y familiarizado con el plan de Miranda, fue
trasladado hacia Sur Africa. Pero además, un
nuevo escollo se presentaba para el venezolano.
Rusia había entrado en la coalición
antinapoleónica e Inglaterra no podía
ir contra aquella que administraba una compañía,
cuyos intereses se desplegaban por el Pacífico
Norte a través de Canadá hasta California.
Pese a esta coyuntura de última hora, Miranda
no se desanimó. Los juegos del destino lo tentaban
una vez más en sus tenaces propositos libertarios.
Varios barcos norteamericanos que realizaban operaciones
de contrabando con colonias españolas fueron
apresados. El incidente ocurría a mediados
de mil ochocientos cinco.
El embajador español en los Estados Unidos,
Casa Irujo lanzó una nota de protesta, publicada
en la prensa que injuriaba abiertamente al presidente
y sus ministros. De nuevo el conspirador ve’a
como podía precipitarse un nuevo conflicto
a su favor. Miranda ni podía perder tiempo.Salió
en secreto de Ingaterra hacia los Estados Unidos.
En Nueva York, el venezolano, con la ayuda del jefe
del puerto, su amigo el coronel William Smith, conoció
al propietario del Leandro, un barco de diesciseis
cañones. La tripulación de doscientos
mercenarios estaría a bordo cuando Miranda
se hicieze a la mar.
Miranda se entrevistó con el presidente Tomas
Jefferson a quien informó sobre sus planes
emancipatorios a bordo del Leandro, bautizado así,
en honor al hijo del venezolano. jefferson remitió
a Miranda al vicepresidente Aron Rufus. El político
entonces se frotaba las manos: parte del norte de
México, sería apropiado por los Estados
Unidos en nombre del “Destino manifiesto”.
A través de Casa Irujo, el embajador español,
comenzaron a cerrárcele las puertas a Miranda.
Antes que la última fuese cerrada, el venezolano
se hizo a la mar en enero de mil ochocientos seis,
con rumbo a Venezuela.
En el asalto a la primera población que el
aventurero avistó, la Vela de Coro, la escasa
guarnición huyó y detrás de ella,
la poblada que no alcanzaba las doscientas almas.
Coro corrió igual suerte, aunque la de Miranda
no duraría mucho. un contingente de cinco mil
soldados se encargaría de frenar su avance
hacia el interior.
Con un golpe de arrojo, Miranda intentó sublevar
a sus compatriotas.
El doce de marzo de mil ochocientos seis, la bandera
colombiana de su invención, ondeó por
primera vez sobre poblaciones fantasmas, mientras
su arenga se estrellaba contra las silenciosas paredes.
El fracaso de la expedición de Miranda fortaleció
a las autoridades españolas, quienes apoyados
por el clero, consiguieron deprimir la imagen de Miranda
de sus compatriotas
“¡Levantaos contra
vuestro verdugo, llegó la hora de sublevarse!”
Miranda, entretanto se refugiaba en la isla de Trinidad,
a donde llegaban noticias sobre la invasión
que los ingleses efectuaban sobre Buenos Aires. El
Almirante Henry Popham, quien inicialmente habría
de comandar la expedición de Miranda, cambiaba
su itinerario desde Sur Africa donde había
sido destacado para luchar contra los rebeldes holandeses
y desde allí, se desvió hacia Argentina,
al mando de mil seiscientos infantes de marina, el
veintisiete de junio de mil ochocientos seis.
“Aquí estamos en
posesión de Buenos Aires, a más bella
ciudad del mundo. Por lo que veo de la disposición
de los habitantes, no tengo dudas que si los ministros
accedieran a sus proposiciones y le enviaran a usted
aquí, el plan suyo arrancaría tan bien
de este lado como del otro; trate mi amigo de venirse.
Me gustan prodigiosamente los suramericanos.”
Para alegría de Miranda, la ocupación
inglesa, al mando del general Beresford duró
sesenta días. Los invasores fueron rechazados
por Santiago de Liniers, soldado de origen francés
quien encabezó un movimiento independentista,
armó al pueblo y expulsó a los ingleses
de Argentina.
Miranda retornó a Inglaterra para tratar de
convecer una vez más al Primer Ministro que
después de su derrota en Argentina más
le convenía ganarse a los colonos como aliados
comerciales y no como súbditos en contra de
su voluntad Y por su voluntad, Napoleón secuestraba
al rey Carlos IV y a su hijo Fernando en la frontera
francesa para emplazarlos a renunciar al poder. sin
embargo, en España el pueblo resistía
a los invasores franceses en nombre de Fernando Séptimo.
Sigue…
Finalmente, los franceses tomaron España. Napoleón
nombró a su hermano José, apodado Pepe
Botella, dada su afición por la bebida, nuevo
rey y mando embajadores a las colonias con el propósito
de lograr el reconocimiento de las autoridades.
El cabildo caraqueño, integrado por criollos
terratenientes, presionó al Capitán
General, quien pese a la insistencia se pronunció
por el rey depuesto.
El gobierno británico que apoyaba la monarquía
española, presionaba sobre Miranda para impedir
que subvertiera a las colonias. Mientras tanto en
Europa, el duque de Wellinton le infligía duros
golpes al ejército de Napoleón, Los
franceses, conscientes que no podrían apoderarse
de las colonias españolas, emitieron un comunicado
que subrayaba la responsabilidad que tenían
los latinoamericanos sobre su propia independencia.
“Si España pierde
esas colonias, ello será culpa de ella misma.
El emperador nunca consideró luchar contra
la independencia de las naciones continentales de
América. Esta independencia es un fenómeno
natural: responde a los intereses de justicia y reconocimiento
de todas las naciones.”
Para principios de 1810, la Junta Central del gobierno
español fue disuelta, en su lugar, se instaló
el Consejo de Regencia, el nuevo cuerpo legislátivo
que estaba integrado por miembros de las colonias
hacía un llamado a proclamar la libertad de
los colonos. A partir de esta declaración del
gobierno español, Miranda inició una
compulsiva labor epistolar. Le escribió a sus
aliados en norteamárica y comenzó una
actividad propagándística, dirigida
a persuadir al gobierno ingles y a sus compatriotas
a través de su periódico, llamado “El
Colombiano” cuya influencia subversiva alcanzaba
a todas las colonias.
Pronto las noticias de “El Colombiano”
se propagaron y fueron publicadas en periódicos
que iban de punta a punta del hemisferio, desde Caracas
a Buenos Aires. El secuestro de los reyes españoles
por Napoleón Bonaparte había creado
una situación de sozobra en el gobierno de
las colonias. Miranda quien a la sazón, hacía
un estricto seguimiento de los eventos, esta vez como
periodista, comprendió de inmediato que no
había tiempo que perder.
En Venezuela se encontraba su aliado, el sacerdote
chileno Córtes de Madariaga, miembro de una
logia secreta que conspiraba desde Madrid. Madariaga
en copañía de miembros del cabildo de
Caracas, fueron amonestados oficialmente por el Capitán
General en una protesta contra el rey. Más
el curso de los acontecimientos era imparable. En
una memorable sección del cabildo, el 19 de
abril de mil ochocientos once, Emparan fue rechazado
por el pueblo y con él, todo vestigio del gobierno
imperial.
El Capitán General fue expulsado del país
junto a su comitiva. La Junta Suprema desplegó
embajadas en Washignton y Londres. Simón Bólivar
fue enviado a esta ciudad con el fin de notificarle
a los ingleses el nacimiento de la Nueva República.
Luego de su encuentro con Bolivar en Londres, Miranda
regresó a su terruño. Fue nombrado Presidente
de la Junta Patriótica y recibió el
apoyo incondicional de los jovenes republicanos radicales.
Para el arribo de Miranda, el poder estaba en manos
de los mantuanos, quienes veían la Sociedad
patriótica presidida por aquel, como una organización
Jacobina que trataba de desplazarlos. Aunque ninguno,
hasta ahora, había podido poner orden en la
casa. Las provincias de Maracaibo, Coro, y Guayana
aun estaban en manos de los realistas y las decisiones
ejecutivas pasaban por un demorado proceso que complicaba
las cosas.
Ni Inglaterra, ni los Estados Unidos reconocían
el nuevo gobierno independiente a pesar de los esfuerzos
de sus leales partidiarios. Y por si fuera poco, los
republicanos perdían batallas ante los realistas
que estrechaban su margen de acción.
Rovert Lovri, encargado de negocios del gobierno estadounidense
en Venezuela, le describía al Presidente Monroe
la situación política del país.
“Aquí se gastan
insensatamente los fondos del gobierno, falta talento
para gobernar, prospera la intriga, una torpeza sigue
a la otra. La nación pronto se deslizará
hacia la penuria y la anarquía. Todo esto con
toda seguridad terminará en que el poder pasará
a manos de Miranda. No es de excluir que en menos
de dos meses, se produzca aquí una nueva revolución,
posiblemente favorable para la real libertad del país.”
Pese a la desconfianza de los mantuanos y el desconocimiento
de los diputados de las provincias sobre los acontecimientos
que venían suscitandose, Miranda fue nombrado
Vicepresidente del Congreso.
“Nosotros no podemos declararnos
subditos de Fernando VII y al mismo tiempo pretender
el reconocimiento diplomático de las naciones
extranjeras. sólo cuando seamos una nación
independiente, lograremos respeto y apoyo por parte
de otros gobiernos.”
No pocas resistencias consiguió Miranda al
frente de la Sociedad Patriótica para lograr
qu el Congreso aprobara inmediatamente la independencia
Transcurrieron tres meses para que su aspiración
cristalizara.